sábado, 11 de fevereiro de 2023

La Ciudad Ausente - Ricardo Piglia & Luis Scafati & Pablo de Santis (2000)

 







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Prólogo
Caligrafía nocturna

La primera noticia que recibimos de La ciudad ausente fue la publicación del fragmento titulado La isla, que apareció, si mal no recuerdo, en el año 90 en El Péndulo, una revista dedicada a la ciencia ficción y la literatura fantástica. Aquel capítulo hablaba de una isla del delta del Paraná donde se leía el Finnegans Wake de James Joyce como un libro sagrado. El fragmento me encantó, y poco después los lectores tuvimos la novela completa en nuestras manos: un volumen de tapas grises de la editorial Sudamericana con una pintura de Mark Rothko en la portada [probablemente elegida por el autor: recuerdo haber visto una reproducción de Rothko en el estudio donde trabaja Piglia.

La ciudad ausente fue un giro inesperado en la obra de Piglia. Sus libros anteriores -La invasión, Nombre falso, Respiración artificial- habían mostrado otras obsesiones: la articulación entre literatura y política, la presencia del género policial, su fascinación por la figura del escritor Roberto Arlt. En la nueva novela, el nombre de Arlt había sido reemplazado por el de Macedonio Fernández [escritor argentino de libros complejos e inefables, a cuya leyenda Borges contribuyó con páginas admirables, incesantes anécdotas y un discurso fúnebre que hizo reír a los presentes en el cementerio de la Recoleta]. Además había en esta novela un acercamiento de Piglia a la literatura fantástica y a la ciencia ficción [sin naves espaciales ni alienígenas; una ciencia ficción a la argentina: sabios locos que se encierran en altillos para fabricar máquinas desmesuradas que detengan el tiempo y devuelvan lo perdido]. Los géneros [la literatura fantástica, la ciencia ficción, el policial, el periodismo] siempre han estado en el centro de nuestra tradición y nuestros mayores escritores han elegido estos caminos, en lugar del realismo; con La ciudad ausente Piglia aceptó lo que le faltaba completar de este legado y así buscó la perfección en la combinación inesperada, en las variaciones de la imaginación, en la invención de una Buenos Aires de pesadilla. He leído esta novela muchas veces, a través de los años; siempre me deslumbra, siempre me parece que la leo por primera vez.

Luis Scafati, uno de los grandes dibujantes argentinos, ha estado siempre menos interesado en salones y exposiciones que en la publicación de sus ilustraciones en libros y revistas. Su dibujo exquisito y siempre gobernado por la inteligencia deja lugar para lo inesperado: una línea que se interrumpe, una mancha que nos sorprende, palabras trazadas en una caligra fía obsesiva que parecen escritas de noche, en la oscuridad. Para Scafati el dibujo y la escritura comparten un ámbito común, y por eso la escritura siempre está presente, o como relato o como caligrafía. En una vieja entrevista recordó cómo le gustaba dibujar en los días de infancia con una Parker gris que le prestaba su padre: instrumento de escritura [la Parker era la pluma que sólo usaban los mayores, la que no se podía llevar a la escuela ] convertido en instrumento de dibujo.

Scafati también era ilustrador de aquella ejemplar revista que mencioné, El Péndulo. Desde mediados de los ochenta, tanto Piglia como Scafati hicieron acercamientos al terreno del otro: Piglia eligió publicar sus trabajos críticos en una revista de historietas, Fierro. Y Scafati, gran lector, y también colaborador de Fierro, empezó a acercarse cada vez con más entusiasmo a la literatura, a través de ilustraciones en revistas o versiones de clásicos, como La metamorfosis de Franz Kafka, a la que debemos agregar en años recientes, Martín Fierro de José Hernández, El gato negro de Edgar Allan Poe y Drácula. En cuanto a este libro, trabajamos con Ricardo Piglia y Luis Scafati en unos pocos meses del año 2000. No sé cómo hizo Scafati para llegar a tiempo con estos dibujos que, lejos de parecer apurados, son además de ilustraciones, serenas reflexiones sobre el arte de ilustrar.

Después vino el 2001, y los hechos que sacudieron a la Argentina le dieron a La ciudad ausente una nueva lectura, como si la pesadilla se hubiera salido del libro. Ahora, ocho años después de la primera edición, el libro llega nuevamente a los lectores, como perfecto mapa para conocer la obra de dos de nuestros mayores creadores, en el dibujo y en la literatura. Vivo en el barrio de Caballito, a unas siete cuadras de la casa de Scafati, que está cerca del Parque Chacabuco. Una noche, al salir de mi casa después de una tormenta, encontré sobre la vereda, entre las ramas caídas del cedro que tengo frente a mi puerta, una hoja de carpeta, como las que usan los estudiantes. En la hoja había un boceto a lápiz que representaba a un hombre con una máscara. De inmediato me di cuenta de que era un dibujo de Scafati. Varios días duró mi desconcierto: cómo había llegado esa página hasta mi puerta. Soy tan distraído que, ante la duda, me acuso: yo tenía aquella hoja entre mis papeles, sin saberlo, y de algún modo misterioso había ido a parar a la calle. Pero la respuesta no me convencía, porque estaba seguro de no haber visto nunca ese dibujo. Un día me decidí a llamar a la casa del dibujante. Él no estaba, andaba por Mendoza, su ciudad natal, pero me atendió su esposa, Marta Vicente [que además de pintora, es una extraordinaria ilustradora de libros para niños]. y me explicó que había sacado unos diarios viejos a la calle y que seguro que ese papel se había mezclado entre ellos. El dibujo, mezclado con los diarios, había ido a parar a manos de los cartoneros [quienes, a pie o en carros tirados por escuálidos caballos, recorren la ciudad juntando diarios viejos, cartones y botellas). Como estos desarman paquetes y clasifican su mercancía, y además habían tenido que ejecutar esas maniobras bajo la lluvia, el papel se había caído, y el viento o el azar lo habían llevado hasta mi casa. Era una suma de casualidades, pero era la única explicación posible. Yo limpié y sequé el dibujo y lo conservé, como una prueba del arte de Scafati pero también de la delicada mano del azar.

No olvido mi estupor al ver la hoja frente a mi puerta como si hubiera un sistema de correos clandestino ocupado de enviar mensajes secretos, en noches de tormenta, entre hojas y ramas caídas; como si La ciudad ausente, a la manera de la enciclopedia de Tlon en el cuento de Borges, hubiera empezado a contaminar la realidad.

Pablo De Santis

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© 1992, 2008, del texto: Ricardo Piglia
© 2000, 2008, de la daptación y el prólogo: Pablo De Santis
e/o Guillermo Schavelzon & Asociados, Agencia Literaria
i nf orase havelzo n .com
© 2000. 2008, de las ilustraciones: Luis Scafati
© 2008, de esta edición: Libros del Zorro ROJO
Barcelona - Madrid/ www.librosdelzorrorojo .com
La novela La ciudad ausente está publicada
por Editorial Anagrama
Este libro es una realización de
albur producciones editoriales s.l.

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