História baseada no capítulo VI da obra homônima de Alejo Carpentier
El consumo y goce de las artes plásticas está reducido a una minoría. Gustadores a secas o inversionistas acceden a la obra de arte que pasa a ser patrimonio y deleite cultural de unos pocos en el mejor de los casos y en otros, una mercancía más, quedando limitada o postergada su validez esencial, vehículo de conocimiento del hombre.
Además, el cuadro de caballete, por definición obra única, incentiva el sentido de posesión y de propiedad no compartida. Los loables intentos de difusión de la obra seriada, no han pasado del lanzamiento de productos menos caros y, paradójicamente, de mayor prestigio cuando menor es la tirada.
Posiblemente esta situación, inquietante para muchos plásticos, puede en algún momento ser revertida, al menos en parte, a partir de una inteligente política de difusión.
Lector de la literatura latinoamericana y ante los límites que el ejercicio de la pintura impone, sentí la necesidad de llevar a imágenes gráficas la riqueza exhuberante y barroca de autores como García Márquez, Asturias y Carpentier. No quería limitarme a ilustraciones de textos, sí interpretarlos y recrearlos. Nació así la idea de hacer historieta.
La historieta es un formidable vehículo de difusión con gigantescas tiradas que cubren de papel impreso gran parte del mundo. Desgraciadamente, salvo honrosas excepciones, se trata de sub-productos culturales, portadores de ideologías deformantes; la realidad es escamoteada de continuo y suplantada por ficciones alienantes en las que campea el culto al héroe: superhombre individualista e imbatible. Solapadamente es negada la solidaridad entre los hombres en la continua y siempre renovada búsqueda de un mundo mejor.
El intento de unir en un todo coherente plástica e historieta, con el agregado de la literatura tiene sus costados tentadores: rescatar un medio expresivo popular proveyéndolo de contenidos nuevos; llegar a un público mayor al habitué de las galerías de arte; el potencial campo de investigación gráfica; explicitar el mensaje que en el cuadro de caballete es latente y difícil de aprehender. No se me escapan los grandes escollos a sortear. Llevar al dibujo formas literarias supone el riesgo de tergiversarlas o, por lo menos, de imponer pautas particulares de lectura. No obstante, pese a que reconoce y se identifica con un origen determinado,, el resultado es “otra cosa”. Otra obra. Buena, regular o mala. No me corresponde emitir juicios de valor.
La elección de “El Recurso del Método” no es casual, ya que salvando las distancias, hay coincidencias con mi propia problemática. El capítulo adaptado tiene la particularidad de presentar un desarrollo propio, en el cuál es magistralmente narrado el triste y repetido final de un dictador, verdadero arquetipo, cuya tragicomedia no es otra cosa que el drama de muchos de nuestros pueblos.
Siento respeto y admiración enormes por Carpentier. Inicié esta empresa no sin temor. Me animó la convicción de que toda obra artística está abierta y por lo tanto, lícito retomarla y transferirla a otros modos expresivos.
He tratado de no aferrarme a un “estilo” en aras de la unidad formal, sino de buscar la coherencia por el contenido total, con las variaciones sugeridas por distintas situaciones y que eventualmente me son permitidas por mi oficio de dibujante. Variaciones, que quieren por otra parte agilizar el diseño y facilitar una mejor percepción visual.
Por último, tengo la esperanza de no haber traicionado a Alejo Carpentier.